Recientemente publicábamos una nota donde el magnate del
“Hedge Fund” George Soros volvía a la actividad en los mercados nuevamente, (Ver:
Soros entra en escena nuevamente) atraído
esta vez por un escenario favorable a la obtención de importantes
ganancias. Justamente hoy, a través de un artículo muy bueno publicado por la página
web de
RT
se revela cierta coherencia de lo anterior con la visión que proponen algunos
medios como este apoyado en el estudio de expertos del tema, que intentan
anunciar a viva voz el posible advenimiento del próximo derrumbe financiero
global.
Si esto se llega a confirmar nunca mejor aplicada aquella vieja enseñanza económica (confirmada a lo largo de los años por cierto) de que
durante las crisis se produce la mayor transferencia de riqueza entre
individuos. Es que lamentablemente y por injusto que parezca dicho fenómeno ha contribuido a acentuar una polarización entre ricos y pobres, donde el bando menos favorecido, algo así
como el 99% de la población mundial, sale perdiendo sistemáticamente. Aumentando así la brecha económica entre
ambas partes, lo cual es algo que se viene dando al parecer desde hace tiempo, pero que
se ha visto incrementado sustancialmente en las últimas épocas.
Ante la perspectiva de una posible crisis financiera
inminente, nos preguntamos si los ricos, esta vez, también tienen algo que
temer. ¿O acaso vivimos en una economía estructurada para satisfacer sus
intereses?
Cada vez son más las
voces que se alzan sobre el posible advenimiento de una nueva crisis financiera.
Incluso en un escenario masificado de medios de comunicación, en los que cada opinólogo
o 'experto' expone sus tesis influidas por doctrinas e ideologías, no obstante
esto, las predicciones y argumentos que se escuchan empiezan a agruparse en
torno a una idea común que parece referirse a una amenaza real.
Es como si otra vez estuviéramos viendo crecer un tsunami en
el horizonte y, desde la orilla, se sintiera el temor a que una nueva crisis
arrasará de nuevo los mercados, cuando aún estamos retirando los escombros del
anterior desastre.
Rumores de un
desastre inminente
Hace escasamente un mes y medio, Ignacio Crespo, el
economista español que predijo con éxito la crisis financiera de 2008, ponía fecha
al próximo derrumbe financiero y lo
situaba muy cerca, en 2017: "Los servicios de estudios de los grandes
bancos mundiales ya están empezando a percibir claros síntomas de la próxima
recesión, basados en el análisis de señales como los tipos de cambio de las
principales divisas y bolsas del mundo, la duración previsible de la recesión y
las vías de salida".
Si esto les resulta inquietante, vean lo que opina Jim
Rogers, el experto inversor estadounidense que ha sabido predecir cada una de
las crisis financieras de las últimas décadas: "
Esto va a ser un desastre, deberíamos estar muy preocupados y
prepararnos". En declaraciones recogidas por el
'Wall Street Daily', Rogers afirma directamente que "
la próxima crisis financiera global ya ha
empezado y conllevará graves consecuencias a los países desarrollados. Se
vaporizarán cientos de billones de dólares de riqueza y declinarán o
desaparecerán muchas viejas instituciones, partidos políticos, gobiernos y
costumbres".
En suelo español también se ve la sombra de una nueva crisis
que planea sobre la economía. Hace pocos días el diario
'El Mundo' se hacía eco de una inquietante noticia:
"Los mismos inspectores del Banco de España que en 2006 alertaron, sin
éxito, sobre una burbuja inmobiliaria que desataría una crisis bancaria en el
país vuelven a alzar la voz. Ahora han estallado por el deterioro en las
inspecciones de la banca y el peligro de que los errores del pasado puedan
volver a repetirse".
¿Tienen los ricos
algo que temer?
Todo indica que no pisamos un suelo económico muy estable.
Pero, ¿esto es así para todos?
No lo parece. A principios de este año, RT
informaba de la publicación de un
documento de
Intermon Oxfam, cuyas principales
conclusiones resultaron demoledoras.
Como su propio nombre indica, todos vivimos en un sistema económico que funciona para
favorecer al 1 % de la población mundial. Las cifras son tan interesantes
como desoladoras: "En 2015, solo 62 personas poseían la misma riqueza que
3.600 millones, la mitad más pobre de la humanidad. No hace mucho, en 2010,
eran 388 personas".
Además, el mismo informe indica que esta abrumadora desigualdad tiene una perversa
tendencia a crecer, en el seno de un sistema socioeconómico que, a todas luces,
la alimenta: "La riqueza en manos de las 62 personas más ricas del mundo
se ha incrementado en un 44 % en apenas cinco años, algo más de medio billón de
dólares (542.000 millones) desde 2010, hasta alcanzar 1,76 billones de
dólares".
El informe de Intermon Oxfam no se limita a ofrecer datos,
sino que intercala reflexiones muy esclarecedoras que componen, junto a las
cifras, el dibujo de una realidad exageradamente injusta: "Es innegable que los grandes beneficiados
de la economía mundial son quienes más tienen. Nuestro sistema económico
está cada vez más distorsionado y orientado a favorecerles. Lejos de alcanzar a los sectores menos
favorecidos, los más ricos están absorbiendo el crecimiento de los ingresos y
la riqueza mundial a un ritmo alarmante. Una vez en sus manos, un complejo
entramado de paraísos fiscales y toda una industria de gestores de grandes
patrimonios garantizan que esa riqueza no sea redistribuida, quedando fuera del
alcance de la ciudadanía en su conjunto y de los Gobiernos”.
Intermon Oxfam además señala, "Mientras los hogares más
pobres han ido perdiendo poder adquisitivo a través de los salarios y un modelo
fiscal cada vez más regresivo, la concentración de riqueza y patrimonio en muy
pocas manos no ha encontrado frenos para seguir creciendo".
Desigualdad-crisis-desigualdad:
un círculo vicioso
Llegados a este punto, la pregunta es inevitable: ¿Están relacionadas las crisis económicas
con la desigualdad global?
En un reciente artículo firmado por el economista Vicens
Navarro y publicado en la página web de la asociación
Attacc se establece una
clara conexión entre ambos fenómenos. Navarro afirma que "una
de las causas más importantes de que ocurriera la Gran Recesión y de que ésta
fuera tan larga fue el
gran crecimiento
de las desigualdades, resultado de la aplicación de las políticas públicas
que se conocen como políticas neoliberales". A su juicio, el diagnóstico
es tan irrefutable que "incluso un gran número de organismos
internacionales responsables de haber promovido tales políticas, como el
Fondo Monetario Internacional o la
OCDE, estén, por fin, cuestionando la
aplicación de tales medidas, que todavía se reproducen y promueven en la
mayoría de países de la Eurozona". Para concluir, Navarro lamenta que
"en España tal cuestionamiento no ha ocurrido todavía, en parte debido a
la muy limitada diversidad ideológica de los mayores medios de información y
persuasión. La enorme falta de diversidad ideológica de estos grandes medios —
claramente influenciados por la banca,
cuyos créditos los sostienen— explica que en España todavía la sabiduría
convencional esté estancada en tal pensamiento".
En conclusión, parece que, en efecto, como se suele
comentar, y como la historia viene confirmando tozudamente, el sistema capitalista, tanto a nivel local
como global, está abocado a producir crisis económicas periódicas. Algunos
indicios sugieren que estamos, de nuevo, al inicio de una de ellas. Y también
parece que, una vez más, los más ricos no sólo saldrán indemnes, sino que
probablemente se harán más ricos todavía. Así
que podemos establecer que la relación entre la desigualdad y las crisis
económicas no sólo existe y es directa, sino que además es circular y se
reproduce constantemente. Entonces, ¿Es este sistema sostenible? Y, si no
lo es, ¿cuánto tiempo le queda?
Mientras así sea, todo indica que los ricos, 'los del 1 %',
están a salvo.